Una fascinante aventura familiar…
Fue un sueño por mucho tiempo acariciado por toda la familia. Y cuando digo “toda la familia”, me refiero a la familia Sala completa. Mi padre y sus cinco hermanos, ya que la hermana menor, Elisa, se había casado con el Dr. Ricardo Cordini y residía en la ciudad de Santa Fe.
Cuando yo fui por primera vez, con mis diez añitos a cuestas, me pareció un patio inmenso. Cuando uno entraba por el portón que daba sobre calle Santa Fe, entre Entre Ríos y Corrientes, era algo increíblemente grande.
Claro, enseguida comenzó la construcción: sobre el final del patio se encontraban la extensa barra, con sus serpentinas de cobre y las –para mí- incontables “choperas” para tirar la cerveza “bien fría”. Recuerdo que le decían “chatos”, “lisos” y “manijas”… Y pegadito al bar, la gran cocina, donde “las chicas”, es decir, mis tías Lita, Lía, “Chichina” y mami, estarían supervisando y colaborando con la producción de los sabrosos “sandwiches de miga”, “Tostaditos de jamón y queso”, y los platillos deliciosos que habrían de ofrecer a la clientela.
Delante de la parte gastronómica, se construyó un gran molino azul, cuya estructura semejaban piedras sobre piedras, rematadas con unas inmensas aspas blancas. En la parte baja y en el centro del monumental molino, había un escenario, en el que actuarían prestigiosas orquestas rosarinas, “Casaloma Jazz”, “Panamá Jazz”, la orquesta típica de Domingo Sala y la de José Sala.
El 19 de Diciembre de 1946, en calle Santa Fe 1376, se inauguró en Rosario “El Molino Azul”. Actuaron las orquestas “Los Panameños” jazz-espectáculo, que con sus hilarantes shows hacía las delicias del público y la orquesta típica de José Sala, mi padre.
Las tareas estaban distribuidas en todos los integrantes de la familia y nosotros, mis primitos Julito y “Chiche”, hijos de Tío Domingo y Lita; Eli, hija de Tío Juan y Lía y yo, “los pibes” , sentaditos en una mesa cercana al escenario, disfrutábamos comiendo los “sandwichitos” de miga y bebiendo “Bidú” o Naranja “Crush”. Los “mozos” entraban con sus órdenes por el pasillo de la derecha y salían por el de la izquierda, donde bien atento y vigilante, estaba el tío Julio, que más de una vez mandaba de vuelta la orden porque la cerveza no estaba bien “tirada” o faltaba algún platillo de ingrediente.
El tío Aquiles, en el patio, controlando el servicio y atendiendo él mismo cualquier inconveniente que se pudiera presentar con los “mozos”.
Los tíos Domingo y Héctor, recibiendo los pedidos y en la caja, respectivamente. Todo estaba bajo el celoso control familiar.
El patio del “Molino Azul” se llenaba de gente y la música se escuchaba varias cuadras a la redonda en el centro de la ciudad. Las noches despejadas de primavera y verano, era una delicia sentarse a escuchar excelentes orquestas, bebiendo una “bien tirada” cerveza fría… o una “sangría” bien helada acompañada de unos bocadillos deliciosos… Bueno, digo, ¡según decía la gente por entonces!…
El problema era la lluvia… Se pensó, recuerdo someramente, cubrir parte del patio de alguna manera, pero era tan grande que el costo se elevaba considerablemente. Y si llovía, el negocio se cerraba.
Mientras el tiempo estaba estable, el “Molino Azul” prosperaba y nosotros, los “pibes”, disfrutábamos de la música, de la familia unida en esta hermosa aventura y… de las tardes apacibles, sentados en una mesita, cerca del escenario, comiendo los sandwiches de miga, bebiendo “Bidú” o Naranja “Crush” y poniéndonos al día con los últimos “chimentos” del verano…
José Osvaldo (Cacho) Sala
Hollywood, FL – Agosto 24, 2016
Leave A Comment