Cuando vivíamos en calle Laprida (allá por los ’56 o ‘58), desde casa escuchábamos el sonido de la trompeta de nuestro vecino “de arriba”. La edificación constaba de cuatro casas por la calle Laprida y cuatro por la Santa Fe. Dos de bajos y dos de altos.
Nuestro vecino inmediato era Manuel “Manolo” Lapuerta, trompetista de la “Casaloma Jazz”, la cual integraban –entre otros excelentes profesionales- “Pichi” Mazzei en batería, Abel Pizzicatti en piano, Julio Conti, trompeta y orquestador.
La cuestión es que, “Manolo” ensayaba sus partituras y a pesar de que se escuchaban amortiguadas, caramba!… parecía que estaba tocando en el patio de nuestra casa…
Yo creo que eso me llevó a tener un especial interés en aprender a tocar ese maravilloso instrumento. Por otra parte, papá era fanático de Harry James y juntos escuchábamos infinidad de grabaciones (en aquella época discos en pasta, por supuesto).
Tarde o temprano, le dije a mi viejo que me gustaría aprender a tocar la trompeta.
Antes de que yo pudiera razonar sobre esa iniciativa, había hablado con “Manolo” y arregló con él para que diera unas clases… Y se apareció en casa con una inmaculada boquilla para que yo pudiera utilizar el instrumento del “profesor”…
Naturalmente fui a la cita programada y comenzamos con el instrumento. Me dijo:
-Cacho, tenés buen labio para este instrumento!…
Bueno, pensé yo, comenzamos bien… Luego la boquilla, los pistones y el significado de cada uno de ellos (tres) y las distintas combinaciones que producen la escala musical.
Más agudo o grave, según la presión que ejerces sobre la boquilla… etc., etc., etc.
Cuando llegó el momento de comenzar a ejecutar algunos ejercicios, donde yo comenzaba a tener experiencia en lograr un sonido mejor y darle calor a lo que expresaba mi interpretación, “Manolo” me dice,
-Vení Cachito… Vamos a darle un poco de “sordina” a la trompeta, porque si no los vecinos protestan!…
Ustedes no van a creer, pero me hizo meter la cabe con trompeta y todo adentro de un ropero… Increíble… Donde quiera que iba, siempre llevaba mi boquilla en el bolsillo, por si las dudas… Pero, lamentablemente, me desilusioné tanto con las clases en el ropero, que poco a poco perdí el interés, no en el instrumento, sino en la manera de tener que estudiar.
El día que dejé de llevar la boquilla en el bolsillo, me di cuenta que no cambiaría el piano por ningún instrumento y a pesar de las súplicas de “Manolo”, no pensé más en la trompeta, aunque me encanta escuchar a los muchos excelentes profesionales que tocan ese instrumento… Desde Louis Armstrong… Harry James… Herbert Alper… Miles Davis hasta Dizzy Gillespie y… que tal el jovencito español Rubén Simeó…
Sin embargo, ahora pienso que, aún con la cabeza dentro del ropero, hubiera sido fantástico seguir estudiando y –talvez- convertirme en un invirtuoso trompetista… claro, sin dejar de tocar el piano, viste?!…
Y me pregunto… ¿Qué se habrá hecho de la famosa e inmaculada boquilla?…
José Osvaldo “Cacho” Sala
Davie, FL – Mayo 10, 2018
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