Justo en la esquina, el almacén del “Tano” Renato, con sus persianas tocando el zócalo del gastado zócalo blanco. El empedrado… terminando cuando comienza la calle de tierra, mojada por los vecinos para que no se levante el polvo. La vereda despareja y el farol, que ilumina pobremente la clásica esquina del viejo barrio.
Más allá de media cuadra, las vías muertas del tren, que ya no marca las horas. Y al lado, el “kiosko” de Doña Paula, abierto para aquellos trasnochados de siempre.
El balcón, la reja y el rosal en la puerta, en la que ella espera la llegada de su amor… Que no llega…
Una radio filtra un viejo tango, que un solitario caminante hace eco con su silbido… y la luna, grandota, compensa la
falta de luz que al farol le falta. Una pareja besándose en la puerta de un zaguán, el perfume del jazmín, y entre las luces y sombras de la noche, ella espera… Ella espera por alguien que no ha de llegar jamás…
Quizás ya todo pasó y de aquel amor… de aquel gran amor, ¡no quedó nada!…
Tango (1944)
Música: José Dames – Letra: Horacio Sanguinetti
He llegado hasta tu puerta
¡Yo no sé cómo he podido!
Si me han dicho que no estás
Que ya nunca volverás,
¡Si me han dicho que te has ido!…
¡Cuánta nieve hay en mi alma!…
¡Qué silencio hay en tu puerta!…
Al llegar hasta el umbral,
Un candado de dolor
Me detuvo el corazón…
Nada, nada queda en tu casa natal…
Solo telarañas que teje el yuyal.
El rosal tampoco existe
Y es seguro que se ha muerto al irte tú…
¡Todo es una cruz!…
Nada, nada más que tristeza y quietud.
Nadie que me diga si vives aún…
¿Dónde estás, para decirte
que hoy he vuelto arrepentido a buscar tu amor?
Ya me alejo de tu casa
y me voy ya ni sé dónde…
Sin querer te digo adiós
y hasta el eco de tu voz
de la nada me responde.
En la cruz de tu candado
por tu pena yo he rezado
y ha rodado en tu portón
una lágrima hecha flor
de mi pobre corazón.
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