Nací el 23 de Septiembre de 1936. Vamos, ¡che!… ¡no saquen cuentas que soy un pibe todavía!…
Mi cuna fue una “Clave de Sol” y me “arrollaban” con el tango “La Cumparsita”… ¿No me creen?… Mis primeros añitos fueron una musicalización completa. Sentado en la gran mesa del comedor, frente a mi viejo, donde él desplegaba las partituras de los bandoneones, violines, piano y contrabajo, yo –con papel pentagramado- escribía notas de todas las variedades,claves y las señales: “< de aquí vuelven a acá >…” y copiaba sus gestos, tarareos y correcciones. Y ¡cuidado!… Cuando tomaba las partituras y se sentaba al piano para marcar algunos rasgos que daban a su orquesta un estilo personal e inconfundible, yo ahí, ¡pegado a él!… Como si mi presencia pudiera influir en las correcciones, cambios y variaciones… ¿Y que tenía?… Tres o cuatro añitos.
Más adelante, cuando papá actuaba en la radio con la orquesta, yo ponía a todos los muñecos habidos y por haber como si estuvieran en el escenario de un teatro… Sí. ¿Y yo?… dirigía con precisión todos los compases, el ritmo y la melodía, dando entrada a los violines o marcando con el pie la música que vivía en ese momento.
En los años ’40 y ’50, cuando el tango hacía vibrar los salones de baile, las confiterías y los inolvidables bailes de “carnaval” e inclusive, aún más adelante en los programas radiales, pasaron por la orquesta los mejores ejecutantes que posteriormente se destacaron en Buenos Aires y en el mundo entero o formaron sus propios conjuntos orquestales.
¡Qué tiempos aquellos!… ¡Qué orquestas… y que vocalistas!… Pedro Bassini, que fue el primero en actuar con el viejo. El formidable dúo de Ricardo Rojas y Mario Garcés, Aldo Maidal. ¿Se acuerdan de Alfredo Beluschi?…o ¿Roberto Chanell?… re-bautizado después como Siro San Román… Y el violín inconfundible de Milo Schneider, de la sinfónica de Rosario… o el del mágico Antonio Agri… El bajo enérgico y rítmico del tío Julio… y muchos más que harían una lista interminable. Aunque no puedo dejar de mencionar a Julio Castell… primero por muy buen cantor, segundo por su inagotable riqueza como escritor y compositor, y tercero… ¡porque es mi hermano!…
Como compositor, fue finalista en el certamen internacional de la O.T.I. con un tema que impactó en Centro y Sud América, “Soy la Mujer”. Cantó en la orquesta de papá compartiendo la vocalización con otro gran valor, Roberto Dumas.
Después vinieron las grabaciones, primero en el sello Columbia, que se reprodujeron en Brasil y hasta en Japón. Temas inolvidables como “Nueve de Julio”, “Adiós Muchachos”, “Sin compromiso”, “Una Canción”, “Niebla del Riachuelo” y otros. Me emocionaba pararme en la vidriera de “Breyer y Porfirio”, en calle Córdoba, viendo la decoración con las tapas de los discos y las partituras de los temas más populares.
Allí conocí y compartí con quién luego fuera Raúl Lavié, que triunfó en Rosario, Buenos Aires y en todo el mundo tanguero, sin excepción.
Luego, el contrato con Discos TK, en que la orquesta continuó su ascendente carrera hacia la cima: LR3, Radio Belgrano, el “Luna Park” y el famoso “Tango Bar” de Buenos Aires.
La música fue su pasión… el piano su forma sincera de expresar su personalidad artística… Sus composiciones, la comunicación cabal y sencilla con la gente, con su público. Y sus músicos, amigos que compartieron a través del tiempo, los más importantes momentos de su vida…
Mi nombre es José Osvaldo Sala.
Sí. Mi padre fue el Gran Maestro José Sala.
El día 24 de Abril del 2009,
con motivo del 100 Aniversario de su nacimiento,
el Consejo Municipal de la ciudad de Rosario,
realizó un homenaje declarándolo
un Ilustre miembro de nuestra querida Ciudad.
Estuvieron presentes familiares y amigos, entre los cuales podemos
mencionar a Delia Garcés, “La Chaqueñita” y a Germán Becker,
quién interpretó una inolvidable composición del Maestro José Sala.
Delray Beach, Florida.
16de Abril, 2013
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