-Hoy vamos a ensayar!… –dijo mi viejo.
-Acá?… En casa?
-Sí… -agregó –Vení, vamos a correr la mesa.
-Toda la orquesta?…
-Sí… todos…
Vivíamos en la calle Laprida entre Santa Fe y San Lorenzo, a media cuadra de la “Plaza 25 de Mayo” y a una de la Municipalidad, la Catedral y el Correo Central. Se había concretado el deseo
de mi viejo de vivir en el centro!…
Una antigua casona que, en más de un cuarto de manzana, ubicaba por Laprida, dos casa
de bajos y dos de altos. Y lo mismo por calle Santa Fe. Yo tendría unos ocho años cuando nos mudamos a allí.
La casa tenía una gran habitación que daba a la calle, con dos hermosos balcones, y allí teníamos el piano integrado al comedor que, más tarde, los domingos, albergaría a los comensales
de la “familia unida”… Mis padres, abuela, mis dos hermanos y yo con nuestras respectivas familias!…
Volviendo al tema, en esa habitación se realizaban los ensayos. A veces los bandoneones, otras las cuerdas, y nosotros disfrutábamos cuando se trataba de la orquesta completa. Por Laprida pasaban los tranvías y a veces se detenían, lo mismo que las personas que, a través de las puertas abiertas de los balcones, se paraban a mirar y escuchar la música. Más de una vez, como dije antes, yo salía a la vereda y les decía “es la orquesta de José Sala!…”
Hoy lo recuerdo y me pregunto como el tío Julio venía cargando su contrabajo?… Porque,
no es lo mismo que un violín o bandoneón en sus estuches, que un contrabajo!…
Pero, en fin, allí estaba nuestro tío Julio, ¡me parece verlo!… con su instrumento, listo para comenzar la sesión musical. La partitura arriba, sobre el piano, apoyada sobre el busto de Beethoven, que desde siempre mi viejo había conservado con afecto.
Alto, buen mozo, y con una sonrisa que conquistaba a todo el mundo, a veces llegaba más temprano e iba con él a sentarnos a un banco de
la Plaza. De que hablábamos?… De la escuela, de la familia, y seguramente terminábamos hablando de fútbol, que, naturalmente, era lo que más me gustaba. Hincha de… ¡bah!… fanático de “Newells Old Boys”… me comentaba que si había ganado y él estaba vestido de una manera, por “cábala”, a la siguiente semana se vestía igual!… Y así mientras siguiera ganando!… Si perdía, se terminaba la “cábala”!…
La única vez que lo pude ver triste de verdad -yo tenía unos quince años- fue cuando falleció la “nonna” Elisa (63)…. desesperado por la pérdida que nuestra familia había experimentado. Era su “mamma”… todos estábamos acongojados, pero él sufrió más que nadie aquel 21 de Enero de 1951. Desgraciadamente, la muerte nos arrancó muchos miembros de la familia demasiado jóvenes, lo que nos ha desbastado a través de los años.
Se casó con la tía “Cata”, más buena que el “dulce de leche”!… Y les aseguro que jamás recuerdo haberla visto “chinchuda”, contrariada o frunciendo el seño por nada!… Por el contrario, siempre jovial, sonriente y elegante…
El tío Julio, desde siempre tocó en la orquesta de papá y me gustaba verlo en las actuaciones, cerca del piano, con su arco, ejecutando magistralmente lo que en su partitura esta escrito. Y como dije alguna vez, en nuestra familia, la música corre por nuestras venas, no lo podemos negar.
Aquiles, el mayor, tocaba clarinete, como el “nonno”. Mi viejo, batería, violín y piano. El tío “Mingo”, piano y Julio, contrabajo!… Un quinteto maravilloso!…
Ustedes saben que en los primeros años en que papá organizó su conjunto en la década de 1920, “típica-jazz característica”,,. como se estilaba por entonces, el “nonno” integraba la orquesta tocando el clarinete?…
Quizás, donde se encuentren todos ellos, estén disfrutando de “La Traviata”, una tarantela,
tal vez de un concierto o, lo más probable, de unos “tangazos” de aquellos escritos por los bohemios, poetas y compositores del 1900!…
“Dedicado a mis primos, Graciela y Julio Ricardo Sala”.
Cacho Sala
Septiembre 19, 2020
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