Sacó del cuarto las sillas de madera y paja, y apoyó una, suavemente, contra la pared. Al lado de la puerta. Ya “la Clara” había puesto la pava sobre un braserito y del otro lado, en un banquito, yerba, azúcar, el mate y la bombilla.
Las nubes corrían lentamente empujadas por la brisa primaveral y el sol, escapándose entre ellas, hacia su infinito destino, las teñía de un anaranjado rojizo. Caía la tarde en el “convento”.
Se sentó, tomó una brasa pequeñita y la introdujo en el mate. Lo movió displicentemente y luego le agregó una cucharadita de azúcar. El crujido no se hizo esperar.
-Pa’que le pones azúcar si a los muchachos les gusta amargo?…
El patio estaba vacío todavía. La Richieri estaba en calma.
Llegaron Justo y el “pelao” Alcides, bandoneón y guitarra en mano, mientras, el Damián con un movimiento de cabeza les indicó que se sentaran…
Él siguió sumido en su rito de todas las tardes.
Yerba, bombilla y yerba… comenzando a probar si todo estaba en orden.
A Justo se le escaparon unas notas y una vecina del patio se asomó para ver que acontecía. Don Lucio sacó su viejo reclinable y una muchacha corrió hasta el aljibe y se quedó esperando, mientras las luces de los faroles iban dando otro aspecto a la casa grande, otro colorido al patio de todos.
Salieron vecinos con sillas y demás bártulos, esperando encontrar un sabor diferente al mate. Sabor a tango.
El “pelao” Alcides, insinuó unos acordes en la guitarra y las notas del fuelle no se hicieron esperar. Doña Clara le alcanzó su guitarra.
Le pasó a su mujer el mate recién servido y mirando a sus amigos arrancó con uno de sus favoritos:
“Mi noche triste”
Tango
Música: Samuel Castriota – Versos: Pascual Contursi
Percanta que me amuraste
en lo mejor de mi vida,
dejándome el alma herida
y espina en el corazón,
sabiendo que te quería,
que vos eras mi alegría
y mi sueño abrasador,
para mí ya no hay consuelo
y por eso me encurdelo
pa’olvidarme de tu amor.
Cuando voy a mi cotorro
y lo veo desarreglado,
todo triste, abandonado,
me dan ganas de llorar;
me detengo largo rato
campaneando tu retrato
pa poderme consolar.
Ya no hay en el bulín
aquellos lindos frasquitos
, arreglados con moñitos
todos del mismo color.
El espejo está empañado
y parece que ha llorado
por la ausencia de tu amor.
De noche, cuando rne acuesto
no puedo cerrar la puerta,
porque dejándola abierta
me hago ilusión que volvés.
Siempre llevo bizcochitos
pa tomar con matecitos
como si estuvieras vos,
y si vieras la catrera
cómo se pone cabrera
cuando no nos ve a los dos.
La guitarra, en el ropero
todavía está colgada:
nadie en ella canta nada
ni hace sus cuerdas vibrar.
Y la lámpara del cuarto
también tu ausencia ha sentido
porque su luz no ha querido
mi noche triste alumbrar.
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