Desde que yo recuerde, siempre el 24 de Junio fue una de las fechas familiares más importantes. Cuando yo tenía apenas cuatro añitos, ese día, nació mi hermano, que por cierto se llama Juan por ese motivo, y su segundo nombre, Julio, tal como se llamaba nuestro abuelo paterno: Julio Sala.
Recuerdo una serie de tradiciones –muchas, que no voy a detallar- que se realizaban en casa la víspera de San Juan, introducidas por nuestra abuela materna, que –naturalmente- era españolísima. Se preguntarán como resultaba esa mezcla de orígenes. Pues, les aseguro que, en todo sentido, resultaba “armoniozamente bravissimo”. No nos olvidemos que en nuestro querido país, no solamente esas mezclas han sido tradicionales, sino también se han realizado otras combinaciones étnicas, y como dice un gran amigo mío, nos han dado una increíble diversidad de gustos gastronómicos, una dinámica desenvoltura internacional y una extraordinaria variedad de costumbres.
Pues, la víspera de San Juan, una de las tantas tradiciones era colocar bajo la cama tres cebollas o papas: una completamente pelada, la otra pelada por la mitad y la última, sin pelar. Y según lo que recogiera el “interesado”, sin mirar, obviamente, así sería su futuro hasta el año próximo.
Pasaron los años y el destino nos reunió a Juan Julio y a mí, viviendo en San Juan de Puerto Rico. Entonces la tradición era diferente: ir a la playa, encender fogatas, festejar esperando la llegada del nuevo día, pedir un deseo y arrojarse tres veces de espaldas al mar, desafiando a veces, las olas que venían hacia la orilla.
Pero desgraciadamente, la víspera de San Juan del año 1987, fue muy distinta y amarga para nosotros, pues recibimos la triste noticia del fallecimiento de nuestro padre.
Entonces se precipitaron nostálgicos recuerdos de nuestra niñez y, especialmente, de nuestra juventud. Revivimos cada instante, cada minuto, de nuestras travesuras, éxitos y fracasos. Hasta llegar al año 86, que fue cuando él vino a visitarnos.
Y lo vimos, rodeado de nuestro cariño y el de sus nietos. De nuevos amigos, admiradores, que deseaban compartir con él en sus paseos, en los almuerzos o cenas, o simplemente, mientras tocaba el piano a pedido de alguno de ellos.
En este nuevo aniversario, hoy, está en el pensamiento de todos aquellos que le conocieron, de quienes se ganó su aprecio y su respeto. No por su trayectoria artística, no por ser el “Maestro”, como le decían, sino también por su personalidad, por su generosidad, su tolerancia y su amor.
No nos desconsuela su partida, aunque ahora al evocarlo sienta las lágrimas correr por mis mejillas. Nos consuela el que haya sido quién él quiso ser, personal y artísticamente.
Por eso festejamos… Festejamos, en este día, 23 de Junio, su vida. Su amor de padre y de abuelo. Festejamos porque nos sentimos orgullosos de ser su familia.
José Osvaldo Sala (junio 23, 2013)
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