Si mal no recuerdo fue en 1959. Cantaba con la Orquesta de José Sala, mi padre. Y teníamos una actuación especial compartiendo el escenario con “Casaloma Jazz”, en el Club Náutico de San Nicolás. La estrella del show era nada más y nada menos que Julio Sosa. Todos estábamos expectantes del tremendo show, pues en ese momento él era sinónimo de “Tango”… y punto.
Con el público abarrotado frente al escenario y parados sobre mesas y sillas, en el único lugar donde papá, Roberto Dumas, otros músicos y yo, podíamos apreciar un poco, aunque no escuchar con calidad, era en el lado del escenario.
Luego de varios temas de rigor, comenzó con el tango “Nada” y el público aplaudió a rabiar, pero casi al final del “puente”, se le veía abrir la boca, gesticular, pero no se escuchaba más que a la orquesta. Solo la orquesta, hasta que de pronto volvió la voz poderosa de Julio y terminó con una ovación de esa genial interpretación de su éxito.
Como todos en el escenario, busqué un encuentro con él. Me saludó efusivamente y no pude evitar preguntarle:
-¿Qué pasó con el micrófono, Julio?…
Me observó y me dio el mejor consejo que he escuchado en mi vida musical…
-Mirá pibe… -dijo- cuando te olvidás la letra… la orquesta sigue, no escuchan, entonces seguís moviendo la boca e interpretando, hasta que el tema vuelve a tu memoria… y mirando el micrófono, seguís cantando con la misma emoción y empuje conque comenzaste!.. Y todos, como vos, le echan la culpa al “mal equipo de sonido”… Pero el show no puede parar… -Y soltando mi mano se fue sonriendo hacia el público que estaba ansioso en la escalerilla del escenario.
Esta historia trae otra amarradita por una cuerda de guitarra…
Aprendí su consejo y lo atesoro todavía… En una oportunidad me encontraba en Méjico, cantando en un “Piano Bar” de la zona Rosa, en el Distrito Federal, y la gente me pedía el tango “Uno”. Tantas veces lo pidieron que le dije al pianista que lo hiciera y arranqué con todo mi corazón… pero sabía que llegaría el momento del “fatal” olvido… Pero no tenía micrófono… Entonces, dentro de mí, comenzaron a salir palabras rimando con la parte despoblada de verso… y nadie se dio cuenta… Y mi emoción fue tan grande que solo decía…
-Gracias!… ¡Muchas gracias!… –a los interminables aplausos del público.
Definitivamente, amigos… ¡El show debe continuar!…
“San Juan, Puerto Rico
Noviembre de 2016”
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